UCSAR / Ambar Carvallo.- Nadie se imaginaría que Laura Evangelista sería beatificada 103 años posteriores a su nacimiento. Para muchos muy apresurada la ceremonia, para otros un proceso paulatino; lo cierto es que sumergida en sacrificios, promesas y oraciones, la Madre María de San José logró este reconocimiento religioso luego de hacer su ascenso al lugar donde confluye de manera divina y en conexión con Dios.
Desde muy temprano demostró su devoción por el Señor; puesto que, trabajó como voluntaria en hospitales, labor a la que se dedicaría la mayor parte de su vida. Asimismo, hace voto perpetuo de virginidad y por razones de fe y entrega reduce la alimentación.
Pasos firmes y esperanzadores
La solidaridad y bondad la condujeron a fundar la Congregación religiosa de Agustinas, junto al Padre Vicente López Aveledo y cuatro laicas. En este contexto adopta el nombre de Sor María de San José.
En cuanto a actividades benéficas se refiere, esta maracayera siempre activa, estaba dispuesta a todo con tal le sirviera al prójimo. Razón por la cual crea numerosos centros médicos y colegios en gran parte del país.
Todas estas labores incansables se paralizan cuando esta santa dama alcanza los 85 años de edad, 7 años después fallece en el hogar de la Inmaculada Concepción, en la ciudad que la vio nacer, donde susurrando dijo: “¡Oh!, adorable hostia, divina eucaristía, amor de mis amores, alivia mis penas, esperanza de mi salvación, sed tengo mi Dios de morir en tu amor”.
Llegó la hora esperada
Luego de 18 años de su muerte la Madre María de San José fue beatificada por Juan Pablo II, tras la curación de la hermana Teresa Silvia, para quienes desconocen de ella, era una monja inválida a causa de una penosa enfermedad a quien la Madre le había anunciado, años antes, su curación.
A la ceremonia asistieron diversas personalidades: Obispos criollos, el Presidente Rafael Caldera y miles de sus fieles creyentes. Sin duda alguna su legado en la tierra fue significativo, dejando claro que la fe es imprescindible en todo ser humano.
Desde muy temprano demostró su devoción por el Señor; puesto que, trabajó como voluntaria en hospitales, labor a la que se dedicaría la mayor parte de su vida. Asimismo, hace voto perpetuo de virginidad y por razones de fe y entrega reduce la alimentación.
Pasos firmes y esperanzadores
La solidaridad y bondad la condujeron a fundar la Congregación religiosa de Agustinas, junto al Padre Vicente López Aveledo y cuatro laicas. En este contexto adopta el nombre de Sor María de San José.
En cuanto a actividades benéficas se refiere, esta maracayera siempre activa, estaba dispuesta a todo con tal le sirviera al prójimo. Razón por la cual crea numerosos centros médicos y colegios en gran parte del país.
Todas estas labores incansables se paralizan cuando esta santa dama alcanza los 85 años de edad, 7 años después fallece en el hogar de la Inmaculada Concepción, en la ciudad que la vio nacer, donde susurrando dijo: “¡Oh!, adorable hostia, divina eucaristía, amor de mis amores, alivia mis penas, esperanza de mi salvación, sed tengo mi Dios de morir en tu amor”.
Llegó la hora esperada
Luego de 18 años de su muerte la Madre María de San José fue beatificada por Juan Pablo II, tras la curación de la hermana Teresa Silvia, para quienes desconocen de ella, era una monja inválida a causa de una penosa enfermedad a quien la Madre le había anunciado, años antes, su curación.
A la ceremonia asistieron diversas personalidades: Obispos criollos, el Presidente Rafael Caldera y miles de sus fieles creyentes. Sin duda alguna su legado en la tierra fue significativo, dejando claro que la fe es imprescindible en todo ser humano.
Fuente: Vinicio Romero Martínez (2007). Mis mejores amigos, 320 biografías de hombres y mujeres ilustres de Venezuela, Editorial Panapo.
Web Oficial de las Hernanas Agustinas Recolectas.
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